jueves, 31 de enero de 2013

Yo de mayor quiero ser 3D

Lo digo completamente en serio. Anda que no estaría bien levantarse todos los días, mirarse en el espejo y decir, estoy más bueno que el pan. O andar por la calle y ver tu reflejo en escaparates o automóviles y decir, tengo una mancha en el codo, eso sí, una mancha 3D, en relieve. ¡Toma ya!, eso sería nivel y lo demás es tontería. Pero si ya hasta tenemos impresoras en 3D, porqué no iba yo a querer ser 3D.

Al margen de imágenes grotescas como la de un servidor mirándose el michelin (uno, porque los abarca a todos) con unas ridículas gafas que se te clavan inexorablemente en las orejas o el puente de la nariz, al margen de todo eso y más, cada día lo tengo más claro, el cine en 3D es un acierto, a su manera.

Por que, en si, de que vale hacer una película en 3D además de en 2D. Me alegro que me hagáis esa pregunta amigos, pues la respuesta es bien sencilla, no vale más que para que los colegas cuando se juntan después de un tiempo sin verse, hablen de cine y uno pregunte, ¿habéis visto La invención de Hugo?, ¡sí sí!, todos, pues yo en 3D, ahí va eso. El resto de tropa, avergonzada, agacharía la cabeza y en sus cerebros resonaría la frase: ¡por qué no la vi en 3d! ¡mi vida carece de sentido!

Y ya está, sí, seamos sinceros, ver una película en 3D no vale más que para eso, fardar. Que me estáis diciendo, que si la sensación de profundidad y tal, a ver, con sinceridad, realmente cuantos de vosotros habéis tenido esa sensación de profundidad, cuantos han sentido que estaban dentro de la nave de Avatar. No amiguitos no, lo que hacemos es sonreír y asentir mientras pensamos, mola. En realidad no hay tal sensación porque el horizonte resultante de la película y el de nuestra percepción están alejados y… Bueno, me ahorro los tecnicismos, en resumen es que no añade una notable diferencia a la filmación.

Mi opinión, como siempre muy humilde, viene avalada por la historia, y es que antes de las gafas torturadoras ya había cine que te provocaba innumerables sensaciones, un cine que te transportaba a escenarios tridimensionales. Y es que, cuando una película es buena y te gusta, da igual que sea en tres, cuatro o cinco dimensiones, siempre será buena.

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