sábado, 31 de julio de 2010

Cómo mola el cine de verano

No quería acabar el mes sin escribir una nueva entrada, no es porque añore los años en los que en julio nos íbamos a Villajoyosa a veranear todo un mes, no no, qué va. Es por un motivo mucho más mundano, es porque como no escriba hoy no sé cuando me voy a poner y eso estaría muy feo por mi parte.

Así que tranquilos compañeros del metal, aunque nos vayamos de vacaciones en agosto, se seguirán publicando cosillas varias, no os preocupéis.

Como iba diciendo en el título de la entrada, ayer por la noche, un servidor acompañado de su consorte y otros dos integrantes de Corruption Productions nos fuimos a ese maravilloso teatro que no es más que el cine al aire libre. Pero no al estilo norteamericano, con sus coches aparcados, mientras Danny le intenta meter mano a Sandy. No no, que somos españoles hombre por favor, que hemos ganado la copa del mundo. Lo habitual aquí es el chiringuito, sus cubatas y sus diez toneladas de pipas, el típico que becerra a otro para que vaya donde le ha guardado un sitio, o lo que nos pasó a nosotros, el típico geta que llega y dice: que estamos ahí cenando que nos guardéis el sitio. Y que aparezca a los tres cuartos de hora, a dos minutos de que empiece la película, y todavía se indigne porque al final alguien se ha hartado y le ha quitado el sitio. Todavía creíamos que nos iba a dar la noche.

Pero bueno, anécdotas que se quedaron en eso, en anécdotas, y de las que aprendes a no guardarle el sitio a nadie. Vimos la sesión doble, ea, ahí hasta las dos de la mañana. Hacía ya una buena temperatura a esa hora.

La primera película era El escritor de Roman Polanski y Número 9, que para mi es una película enternecedora pero como luego me apuntaron, no deja de ser persecución tras persecución. Al margen de si las cintas me parecieron buenas o no, que si que me gustaron -me pareció más que entretenida El escritor aunque adiviné quién era el malo a la hora de película-, quería hablaros de lo que rodea el resto de una noche de cine de verano.

Lo primero que llama la atención y que gusta es estar viendo la película debajo de un manto de estrellas, eso está muy bien si vas con una Sandy con la que te puedes poner tierno, y lo segundo que echan dos películas a la vez, así que doble mérito a los que preparan estos eventos para que no se mezcle el sonido, que sí que pasa alguna vez, pero pocas. Y si te fijas bien puedes ver un trozo de la otra pantalla y así, como me pasó a mi, que se me iba la vista a Nico, el reno que había en la otra 'sala'.

Miento, se me olvidaba el primer impacto visual que tienes al llegar al Cine de Verano, si es que como yo, llegas en coche. Y es la organización tan espectacular de 'aparcacoches no oficiales', impresionante, si no había diez, no había ninguno.

Y para rematar lo que quizá llame más la atención, las sillas. Eso sí que es una experiencia extrasensorial, la parte del cuerpo en donde la espalda pierde su casto nombre se adormece, el coxis, deja de ser una parte de tu cuerpo para pertenecer a la silla, la espalda se retuerce y se entumece, y cualquier postura que busques o que creas que no has usado para estar mínimamente cómodo, es un intento banal de lo inevitable, y no es más que el significado más profundo de las palabras incomodidad suprema. Te levantas de ahí y parece que te recompusieras a cada paso que das.

Pero al margen de pequeñas minucias, el cine de verano es una alternativa para ver cine francamente muy válida y que no sale mal de precio. Te llevas tu cena, tus bebidas (bueno, eso también lo puedes hacer en el cine normal) y a disfrutar de una sesión doble de cine. ¡Ah! y un consejo, no hagáis como yo, llevaos un cojín.

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